Carta
de Despedida
Querida comunidad:
El pasado 1 de octubre del año en curso, nuestro
hijo, David Ignacio Baro Alfaro,
alumno del Colegio Altamira desde el año 2009, con cupo de necesidades
educativas especiales por ser un niño con trastorno del espectro autista y que
actualmente cursaba 4º año B, fue
desvinculado del establecimiento por decisión comunicada al suscrito por parte
del director del primer ciclo, el señor Hugo
Lagos.
En una extensa y bien documentada reunión
organizada al efecto, se nos dibujó una imagen de David como un niño violento y
potencialmente peligroso para sus profesores y sus pares, que estaba presentando
constantes episodios de agresividad que hacían insostenible su permanencia en
el establecimiento. Esta circunstanciada y ágil descripción de nuestro hijo
estuvo encabezada por su profesora jefe, la señora Claudia Guajardo.
Ese mismo niño que ha sido etiquetado como potencialmente peligroso para sus pares y que muchos de ustedes ya conocen por los largos años que hemos formado parte de esta comunidad, es el rucio que ven a la derecha, junto con sus compañeros, disfrutando de su compañía y de las actividades en los que tenía la posibilidad de participar colectivamente con ellos.
Dentro de los Trastornos Generalizados del
Desarrollo, David se encuentra en lo que se denomina “Espectro Autista” en el rango de “Autismo de
alto funcionamiento”. Pese a que David
debe lidiar con las dificultades propias del autismo, como lo son, los
problemas de modulación sensorial, dificultades en el lenguaje
comprensivo-expresivo y las complicaciones para la identificación de emociones,
él ha logrado estrategias para mantenerse “conectado” y tener un buen
rendimiento escolar. Respecto a lo social también ha tenido grandes avances,
como mantener el contacto ocular, interactuar con otras personas, adecuarse a
las situaciones e involucrarse en actividades cuando estas son de su interés.
No obstante ello, esto parece ser una
ventaja que muchas veces juega en su contra, ya que David tiene mayor
conciencia de lo que pasa en su entorno, por lo tanto esta más sensible y
susceptible a cambios de estructura, de humor, a los estados emocionales de las
demás personas y la forma en que se relacionan con él.
Nuestro hijo es un luchador: toda su vida ha luchado por darse a entender, en un mundo cargado de información y estímulos que no logra procesar adecuadamente. La imposibilidad de hacerlo determina que el berrinche o la búsqueda de elementos de autocontención (como los dibujos animados u objetos con los que parece obsesionarse) son su manera de autorregularse y los berrinches el elemento para demostrar su frustración frente a la indiferencia o a la incomprensión por parte del resto.
Esas características tan básicas y elementales en
todos los niños que se encuentran dentro del espectro autista, uno espera que
sean entendidas por una institución cuyos miembros son “especialistas” o “han
sido escogidos con pinzas” para el desarrollo de un ideario educativo cuya
principal bandera de lucha es la integración e, incluso, avanzar hacia la
inclusión. Pero nos hemos dado cuenta que en el Colegio Altamira, pese a la
buena voluntad del aula de apoyo y excepciones muy contadas en el aula regular
(de donde sólo podemos rescatar la labor y voluntad de Gianna Ogino, de quien
siempre estaremos agradecidos), nunca
existió, de parte de esta aula regular ni la preparación académica ni la
voluntad de entender estos rasgos y aceptarlos como parte de las características
normales de niños como David y su desvinculación de la institución ha sido
llevada a cabo de manera sumamente rápida y con una precisión quirúrgica, como
quien extrae un lunar y nadie se entera de nada.
Al alero de nuestra insistencia y de la propia lucha de David, lograba hacérsele participar de actividades colectivas, como bailes y actos, donde muchas veces se le excluía u otorgaba un papel marginal como quedarse parado con una bandera: si lo vieron bailando contento y motivado y emocionándose de sí mismo, eso nunca fue mérito de sus profesoras del aula regular, sino un mérito absolutamente personal de su parte.
David nunca tuvo acceso a Educación Física, donde
el profesor a cargo, frente a mi mujer, tildó a David expresamente de incapaz
de desarrollar ninguna actividad. Este “super-hombre”, soberbio, competitivo e
incapaz de tener la más mínima sensibilidad frente a la responsabilidad de
trabajar en un establecimiento que recibe niños con NEE no dudó en burlarse de
David diciendo en tono sarcástico que era capaz de muchas cosas… como “correr y
saltar”. Como un espartano que descarta a los que según él son inferiores. Del
colegio nunca tuvimos una reparación en torno a este punto y lo mínimo que
hubiéramos esperado era que las “adecuaciones curriculares” se hubieran
extendido de manera inmediata a educación física haciendo a David partícipe de
dicho ramo, con los mismos derechos que el resto de sus compañeros.
David
nunca tuvo posibilidad de asistir a ninguno de los talleres del colegio, pese a
su interés en la computación, en la fotografía y en la música. Intereses que
bien pudieron ser tomados por los “especialistas” del Colegio Altamira, para,
sobre la base de los mismos, lograr llevarlo de manera lenta pero efectiva a
niveles mayores de abstracción en pos del logro de su permanencia definitiva en
las aulas.
Es en este escenario donde el colegio condiciona la
permanencia de David a la contratación, a nuestra cuenta, de una tutora que
ellos llaman como “Yo Auxiliar”. Esta exigencia vino acompañada de una “beca”,
sólo por este año 2013, del arancel diferenciado del aula de apoyo. No obstante
ello, la carga económica que debimos asumir a partir de este año, por las
remuneraciones de la tutora exigida por el colegio, de todas formas fue mayor
que en todos los años anteriores.
El colegio y, muy en especial, la profesora jefe de
David, aplaudió la incorporación de la tutora y aplaudió los logros y avances
que David estaba teniendo con ella: para nosotros, estos enormes avances, no
fueron más que una demostración de lo que David siempre ha sido capaz si tiene
la guía, el apoyo y contención necesarios lo
cual siempre debió venir de parte del colegio y no de personal externo,
considerando que esta institución se autodenomina como de “Integración” y “En
vías a la Inclusión” y sin perjuicio del arancel diferenciado que por muchos
años nuestra familia debió solventar. En la práctica, la tutora no hizo
más que permitir a la señora Guajardo cómodamente desvincularse completamente
de David, ya que toda la interacción hacia él y con nosotros, comenzó a ser
canalizada a través de la tutora. Se libró del “problema”
Poco después nos enteramos de que el señor Hugo
Lagos había dado instrucciones de que si David no venía con su tutora o si ella
por cualquier causa como enfermedad o accidente no podía ir al Colegio, David,
lisa y llanamente no podía entrar al
colegio. En ese sentido, nuestra desazón fue enorme, considerando que
David, por 4 años, había asistido a clases sin tutora y por la jornada escolar
completa. Este año, no sólo se prohibió la entrada de David al Colegio sin
su tutora, sino que, además, tuvo durante todo este año, una jornada
restringida hasta las 13.30 hrs, donde
tenía que ser retirado del establecimiento por su madre, dada la imposibilidad
de nuestra parte, de poder financiar una tutora a jornada completa.
Nos dirigimos directamente a la Directora del
establecimiento, la señora Verónica
Vergara para pedir explicaciones respecto a esta discriminadora exigencia y
evidentemente manifestar nuestra oposición a la misma, pero ella no sólo
ratificó la medida, sino que además se refirió al autismo, en general, como un problema psiquiátrico: el panorama para
nosotros era cada vez más oscuro por cuanto veíamos que no sólo no estábamos
encontrando apoyo ni contención en ninguna de las áreas del colegio sino que
además, su máxima autoridad demostraba una ignorancia alarmante sobre la
materia.
Nuestra única esperanza radicaba en el hecho de que
gracias a la ayuda de la tutora y su especial dedicación a David, nuestro hijo
tuvo grandes avances durante el primer semestre, alcanzando excelentes notas,
un nivel inédito de permanencia en sala y un alto grado de participación, que
el colegio nunca logró alcanzar por sus propios medios. No obstante ello, abruptamente,
a partir del segundo semestre, todo en torno a David comenzó a ser negativo:
reportes de berrinches, agresividad, irritabilidad. Todo el mundo centrándose
en las conductas inadecuadas de David, olvidando sus grandes avances logrados
y, por supuesto, no preocupándose de las posibles causas de estos problemas,
sólo preguntando ¿Qué dice el neurólogo? ¿Está tomando su medicamento? No se
daban cuenta que David percibía toda esta concentración en lo negativo, creando
dentro de su compleja comprensión del entorno, una imagen de sí mismo como
“David Malo”.
Se abre un registro de las conductas negativas de
David, a cargo del jefe del primer ciclo, quien dio instrucciones de que todas
las conductas de David le fueran reportadas inmediatamente. No sabemos de la
existencia de ese registro, para el resto de sus pares, sólo sabemos que ello
no hizo sino alimentar más esta imagen que se generaba de sí mismo, como de
niño malo, o que fracasaba constantemente, llevándolo a la crisis de angustia
severa en la que en este momento se encuentra.
Durante la última semana de clases de David, todo
pasó tan rápido que hasta el día de hoy seguimos sin entender la capacidad del
colegio de desvincular a un estudiante con necesidades educativas especiales y
hacer como si nunca hubiera formado parte del plantel: el día lunes 26 de
septiembre inicia su semana de manera excelente, participando activa y
motivadamente de sus clases. El martes 27 de septiembre debía participar de una
disertación sobre la “comida chatarra” con sus compañeros, la cual preparó con
especial interés y dedicación junto a su madre. Ese día ocurre un hecho en la
sala que lo perturba y corre hacia su profesora para darle un manotazo. Ella,
en lugar de conversar con él e intentar contenerlo de manera alguna (como
siempre, delegando toda esa labor en su tutora), corre a reportar la situación
al jefe de primer ciclo, quien no tarda un segundo en decretar su inmediata
suspensión. David queda marginado inmediatamente de participar en la
disertación que con tanta dedicación preparó y mi mujer lo encontró totalmente
desconcertado y sin contención alguna, más que de su tutora, en la entrada del
colegio.
Retoma las clases el día viernes 27 de septiembre
y, en el aula de apoyo tiene un nuevo berrinche y le da un golpe en las
canillas a su tutora. La educadora diferencial da cuenta de la situación a Hugo
Lagos quien decreta una nueva suspensión,
manda a llamar de inmediato a la tutora de David, ordenándole un reporte, tomándole fotografías e instruyéndola para
que vaya a constatar lesiones a
carabineros. Hugo Lagos, profesor de educación musical elevado a la
categoría de responsable de todo el primer ciclo, sin visaciones académicas ni
mucho menos la sensibilidad para entender y trabajar en modo alguno con niños
con NEE, etiquetado en tono cordial y de compadrazgo por la directora del
colegio como “el gigante protector de
los niños”, incitando a la tutora a la realización de un trámite tendiente a
preconstituir pruebas para iniciar una investigación criminal por el delito de
lesiones en contra de nuestro hijo, de nuestro David, de nuestro rucio
encantador y luchador que ha tenido que lidiar por tantos años con todo lo que
venimos contando. Criminalizando a un niño con TEA que pide a gritos de
ayuda comprensión ¿De qué manera estaba
protegiendo a David? Hemos tenido reportes que en el “Colegio Grande” han
ocurrido hechos de tal gravedad, tales como venta de drogas y “bullying” hacia
niños con NEE tanto dentro como fuera del colegio, sin que se hayan adoptado,
por parte del colegio, medidas como las que se han adoptado respecto de David.
Frente a tales antecedentes ¿Cómo se explica que el Director del Primer Ciclo
pretendiese someter a nuestro hijo al terrible trámite antes descrito?
David es
retirado de la misma manera anterior por su madre, del colegio, hasta el día de
hoy pregunta cuándo vuelve a clases y desde ese día ni su profesora ni nadie de
colegio ha preguntado cómo se encuentra David, cómo estamos como familia, pese
a estar en antecedente de la crisis de angustia que afecta a nuestro hijo y a
la depresión en la que, como familia estamos sumidos. Es como si nunca
hubiésemos formado parte del colegio. Ese sería el último día de nuestro hijo
en el Colegio Altamira, el fin de un camino en el que toda nuestra familia puso
todas sus esperanzas debido a la “reputación” que esta institución ha sabido
construir a su alrededor y que al día de hoy, tal y como el mismo colegio,
soberbiamente se encarga de recalcar, hace que existan listas de espera de
padres, que, al igual que nosotros en algún momento, confían en que su ideario
educativo es una realidad.
La desvinculación de David, por parte del Colegio,
es formalizada en una reunión que tuvo lugar el martes 1 de Octubre y que se
desarrolla en los términos descritos al inicio de esta carta.
Un colegio en el que por años pagamos la
colegiatura completa y a la que nuestro hijo no tuvo posibilidad de acceder si
quiera a la mitad de los contenidos que el resto de sus compañeros. En el que por
años pagamos un cupo de integración extra y donde esperamos contar con
profesionales que se hicieran cargo y no se rindieran frente a estas
dificultades, acompañando a David en su difícil camino, confiando en esta
imagen que presenta como institución abierta a la diversidad y con experiencia
en el trabajo con niños con NEE incluidos los del espectro autista.
Esperamos integración, comprensión, trabajo,
participación, igualdad de derechos. Por años luchamos por ello, a través de
reuniones con la dirección, participación en comisiones de NEE, pero sólo
conseguimos:
1. Que
David no participara de todas las asignaturas
2. Que
David no participara de ningún taller
3. Que
David no tuviera opción de participar en la jornada completa
4. Que
David intentara ser criminalizado por parte del jefe del primer ciclo.
¿Discriminación? ¿Negligencia? ¿Incumplimiento?
Todo esto tiene demasiadas lecturas.
Esta carta es el único medio que, como familia,
tenemos para poder despedirnos de todos ustedes, agradecer el cariño que
recibimos de muchos de ustedes y el cariño que recibió David durante todos
estos años de parte de sus compañeros y, muy especialmente, para exponer ante la
comunidad nuestra verdad como familia, una verdad marcada por la
discriminación, la persecución y agresión constante por parte de las mismas
personas a quienes confiamos el cuidado y formación de nuestro hijo por largos 5
años y que estamos ciertos no les será comunicada apropiadamente por parte del
personal del colegio. Persecución fundada sin duda en nuestro afán constante
por buscar cambios y mejoras en la formación de David y en todos los niños con
TEA que aún permanecen en las aulas del Colegio Altamira y que sin duda, nos
hizo sumar enemigos, en una estructura académica marcada por la ignorancia en
torno a la realidad de las personas con TEA, falta de voluntad por abrir su
mente y continuar formándose en la materia, dada la responsabilidad adquirida y
por una soberbia y falta de capacidad de autocrítica, donde el autoelogio y la
apariencia de estar haciendo las cosas bien contrastaba con el traspaso hacia
David y hacia nosotros, de toda la carga y responsabilidad por los constantes
fracasos en el proceso educativo.
Evidentemente todos los antecedentes antes descritos tienen a David sumido en una crisis de angustia severa y a mi mujer sumida en una profunda depresión, lo cual da pie a los descargos pertinentes a través de este medio. Pero no queremos que este sea el tono de esta carta: queremos que ustedes y sus hijos que conocieron a David por largos años, conserven en sus memorias la imagen verdadera de nuestro David, no la que se está intentando dibujar de él: la de un niño con muchas dificultades para poder comunicarse, para poder insertarse en el medio, pero a la vez sumamente conectado con las cosas que pasaban a su alrededor, alegre y cariñoso, ávido de participar en las actividades colectivas con sus compañeros, siempre con una sonrisa y un abrazo para las personas que le demostraban su afecto y que, pese a que se le pudiera mirar en menos y ser tachado como incapaz para realizar muchas actividades, lograba participar exitosamente y demostrar sentirse orgulloso de sí mismo, con cada pequeño logro que iba alcanzando.
Sabemos que
sus compañeros lo recordarán. Les pedimos que por favor, ayuden a que no quede olvidado y que sus hijos que tendrán a
su cargo la formación de la conciencia social en el futuro, sean conscientes de
las dificultades y potencialidades de niños como David. Aquellos padres de
niños con NEE, que siguen en el colegio, no se rindan y sigan luchando por la
inclusión y la igualdad de derechos de sus hijos. No permitan que censuren su
libertad de expresión. No dejen que situaciones como éstas, si les llegan a
pasar, queden impunes. Es hora de cambiar nuestras mentes y cambiar la sociedad
para avanzar en la real inclusión de las personas con autismo.
Nosotros haremos lo posible por encontrar, dentro
de la desolación en la que nos encontramos, un nuevo lugar que acoja
verdaderamente a nuestro hijo. Por ahora, sólo quisiéramos que alguien nos
dijera como explicarle a David, sin mentirle, cada vez que nos pregunta por el
Altamira y sus compañeros, por qué no puede asistir más a su colegio.
Un gran abrazo para todos ustedes. Hasta siempre,
José
Luis Baro
Padre
de David Baro